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La práctica analítica

La práctica analítica

La locura de la época y sus efectos en el sujeto [0]

José Fernando Velásquez*

Gladys Martínez: Tengo el gran gusto de darle la bienvenida esta noche a José Fernando Velázquez, psicoanalista, psiquiatra, miembro de la NELcf, AME, Analista Miembro de la Escuela y miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Esta tarde realizó una presentación de enfermos en el Hospital Psiquiátrico donde podríamos decir que tuvimos una enseñanza en acto, sobre cómo orientar la escucha y el trabajo con la psicosis.  Esta noche, en otro tono, y muy de la mano del seminario que hiciste hace unos seis meses en Cali titulado «Casos raros: un desafío en la clínica bajo transferencia» continuaremos en la vía que delineabas sobre, por un lado, el rumbo de la época en los tres registros Imaginario, Simbólico y Real, y, por otro lado, la última enseñanza de Lacan.

Este trabajo nos viene muy bien porque los efectos del Otro de la época y “la locura” de la época nos toca a todos. Todos estamos tocados por los efectos del Otro de la época y, si lo nombramos como la locura de la época, creo que cada uno ya tiene un pequeño rasgo, una pequeña noción de lo que puede significar la locura en el Otro actual, en el sentido de no límite, en el sentido de algo desbordado que, considero, lo vivimos en el día a día. Entonces, en nombre de la Nelcf-Cali y dando la bienvenida a quienes vienen por primera vez, manifiesto el gran gusto que representa la presencia de José Fernando en nuestra sede, quien nos va a trazar una línea de trabajo que seguro tendrá importantes efectos en cada uno.  Bienvenido José Fernando.

José Fernando Velásquez: Muchas gracias Gladys y a ustedes también por la asistencia que espero que sea una asistencia activa y dialéctica con la que podamos intercambiar, porque creo que el tema se presta muchísimo. 

Cuando estuve conversando con Gladys acerca de una conferencia pública que abriera la orientación para el seminario que vamos a dictar mañana, “Y ¿cómo hacemos con los casos raros? ¿Cómo operar? ¿Cómo funcionar?”,nos pareció posible pensar el efecto de locura en el Otro de la época, un efecto que, como dice Gladys, es para todos y que de alguna manera recoge también decires populares en pensamientos no tan populares e incluso de personas bastante ilustradas, como Z. Bauman y muchos pensadores que están trabajando en el tema. ¿Qué está sucediendo en esta época y qué es particular de ella?   Se trata de descifrar cómo poder pensar lo que estamos viviendo.

En primer lugar, parto de definir qué voy a llamar “locura”, porque cada uno podría denominarlo de una manera distinta ya que no es un concepto rígido, cerrado, hermético con una definición ya establecida. Me parece que el término locura, en primer lugar, se presta para contrastarlo con aquello que Freud llamaba «El malestar de la cultura». Freud, hace cien años, hablaba de que había un malestar en la cultura, un malestar que de alguna manera tenía que ver con lo sintomático que podría tener la cultura misma, la organización social y cómo ese malestar de la cultura podría leerse e interpretarse desde los conceptos que él ya iba formulando o pensando desde el psicoanálisis. Bueno, cien años después ya no hay sólo malestar, si no que yo me atrevo a decir que lo que hay es locura en la cultura.

La locura siempre ha sido definida como aquello que está por fuera de la regla, aquello extraño, aquello excluido, raro, diferente; lo que no funciona bajo la norma o una lógica establecida.  Entonces siempre vamos a tener que referir la locura a otro concepto, “el loco respecto a”. Hoy podemos asumir que hay comportamientos que podrían decirse que hace cien años eran locos, pero que hoy están inscritos en nuestra manera de ser, estar o hacer y que no son, para nada, calificados de locos. Entonces esto de la locura siempre tiene esa característica de poder remitir a una ley, a una norma o a un Otro que tiene una estructura previamente establecida, que nos da aquello que podemos llamar lo normal, lo estándar, aquello que cumple con la norma.

La locura aparece, entonces, como un calificativo de aquello que por alguna dinámica -quiero introducir este concepto de dinámica- provoca una manifestación que hace que quien la manifieste esté por fuera de la regla o esté en el lugar de excepción. Un sujeto vive un proceso, una dinámica en un ente social, que lo lleva a un momento de tensión porque se topa con una (x), algo que hace imposible su deseo, o que se le impone, o que debe acatar; y ese aumento de tensión provoca un estallido, una crisis que puede dar lugar a una posición de excepción o un fuera de norma.  Esta es una manera de ver la locura como un producto de un proceso dinámico que antecede a una manifestación fenomenológica determinada. Es importante poder pensar que luego de este momento de posición de excepción, generalmente va a suceder la creación de algo nuevo, un recomienzo diferente, una condición inédita, algo se va a exigir como creación o como invención para el sujeto.

Es decir, vendrán nuevos sentidos, nuevos significados, nuevas realidades, nuevas satisfacciones, nuevas potencias van a venir de esta condición. Al contrario, puede producirse un sinsentido, una insatisfacción, una frustración. Todo esto no es sin angustia.

Hay una segunda condición que es importante situar en la introducción, y es que “lo humano” de por sí ya es una “locura”. La evolución de lo humano es algo que rompe con todo lo «natural». El que una adolescente diga: “no quiero engordar, quiero adelgazar, me veo muy gorda, esto trae muchas calorías, no me lo voy a comer”, de alguna manera está haciendo una posición de excepción a lo que es natural. Lo natural es que yo pueda comer, satisfacer esta necesidad. También es, digamos antinatural, una locura “esto tan sabroso no pueda dejar de comerlo”.  Todo proceso humano implica, de alguna manera, la ruptura con ese proceso de lo natural que es el instinto. Lo humano es una mutación de todo lo natural. 

Voy a usar un ejemplo: Epidemiológicamente los colombianos están en ciertos rangos de edades, tienen cierto tipo de problemáticas, pueden ser caracterizados de algunas formas, pueden ser los más felices, los más infelices, etc.; podemos hacer muchas descripciones, pero hasta ahí todavía no aparece lo humano. Lo humano aparece cuando cada uno tiene su singularidad dentro de ese conjunto de colombianos. La característica que nos hace llamar humanos es aquello que nos singulariza, que nos separa del colectivo y, poder mantener esa singularidad eso de por sí es una locura. “No me gusta el sancocho como a todos en mi casa”, podría decir, me singularizo; “soy gay”, me singularizo; “decido ser músico”; soportar cada una de esas singularidades implica asumir el peso de una diferencia respecto al Otro social.

Luego de situar estos dos puntos iniciales, vamos a pensar lo que podemos nombrar como lo loco de la época, lo loco de la cultura de la época. La visión “hipermoderna” de la sociedad, el psicoanálisis con Lacan la lee en clave de tres dimensiones: lo Imaginario, lo Real y lo Simbólico, tres registros o dimensiones en las que habita el ser hablante. Ellas cambian con los tiempos, con el mercado y con los discursos, implicando grandes desequilibrios en los sujetos de este tiempo.

En lo Simbólico: Voy a servirme de una cita de Jacques Lacan en La alocución sobre la psicosis en el niño que, aunque es un poquito técnica, la voy a leer despacio. Dice en el año 1967:

Los hombres están inmersos en un tiempo que llamamos planetario, en el que se informarán acerca de ese algo que surge de la destrucción de un antiguo orden social que simbolizaré con el nombre de Imperio, cuya sombra se perfiló todavía mucho tiempo en la gran civilización, para ser sustituido por algo muy distinto, que no tiene en absoluto, el mismo sentido, los imperialismos.[1]

Quiero detenerme en ella subrayando esta frase: “estamos inmersos en la destrucción de un antiguo orden social” (año 68, él ya lo pronostica). El orden social que él está diciendo que se está destruyendo está nombrado como lo que él llamaba El imperio, en singular, el imperio representado en un modelo piramidal, donde hay algún poder ordenador que está en la cúspide y al que todo lo que está bajo su manto, deberá someterse; por ejemplo, el poder que tenían antaño el padre en la familia, el dueño de la empresa, el tirano, la reina Victoria quién tuvo un poder sobre la mayor parte del planeta, la religión católica, lo que era Colombia hasta los años 70.

                               

En este vértice había un Amo, un significante que tenía la capacidad de comandar todo. Un imperio sucede cuando todo corresponde a un orden establecido por un uno que comanda.

Lo que dice Lacan es que hay una deconstrucción de ese orden social llamado imperio, y que esto pasa a ser sustituido por algo muy distinto y utiliza el plural, los imperialismos. Así, en lugar de ser uno, ahora van a ser muchos; infinita cantidad de imperios o imperios pequeñitos. Ustedes lo pueden ver simplemente en las religiones, que dejó de ser una y ahora estamos bajo una pluralización. Fíjense la característica que Lacan les da, no dejan de ser imperios, y eso es un dato importante.

Muchas cosas han cambiado en estos últimos cien años, de la época de Freud a hoy; por ejemplo, el rol de la mujer, la moda, el lugar de las mascotas en la familia, las redes sociales que nos han hecho ver todo absolutamente diferente e inmediatamente conectado, la inmediatez, el objeto de consumo; todas estas han llevado a variaciones que menoscaban esa lógica en la que funcionábamos como todosordenados alrededor de ese significante Amo (S1).

En el primer modelo, donde hay un solo comando, era muy fácil nombrar las cosas y las personas, como aquellos que están en la norma, “son normales”, y aquellos que no calzaban en la norma, “los locos”. Pero bajo este nuevo modelo, no sabemos cómo referenciarnos para calificar o descalificar algún comportamiento como “anormal” o “loco”.

Varios filósofos, -mencionaba ahora a Zigmund Bauman, pero se me olvidada Lipovetsky y G. Agamben- se han dedicado a pensar en este asunto del Otro de la época, pueden consultarlos. Hay un filósofo italiano, Luciani Rivero, que ha trabajado estos cambios fundamentales que ha habido en estos últimos cien años. Él dice que uno de los elementos que viene a explicar esta locura de la época es la sustitución del signo por el símbolo; donde estaba el símbolo ahora ya está el signo.

En occidente ha ido procesualmente dominando un modo de conocer fundamentado en función del signo, hasta desembocar en la gran y actual crisis postmoderna en la que vivimos. Podemos afirmar, con toda certeza, que la crisis del hombre contemporáneo es la crisis del signo.[1]

Me explico: Toda una elaboración de un rito indígena es simbólica, hay una narrativa simbólica alrededor de un rito. Es decir, es simbólico que el papá se siente en la cabecera de la mesa, es simbólico que cuando el profesor llegue entonces los alumnos se levanten y digan buenos días.

Gladys Martínez: Eso ya no pasa.

José Fernando Velásquez: Nada de eso pasa ahora. Cada vez todo lo simbólico, lo narrativo que tiene lo simbólico ha perdido fuerza y hoy en día lo predominante es aquello que hace signo.

Quiero mostrarles simplemente un ejemplo en el arte de Duchamp quien con un simple orinal puesto en una sala de un gran museo lo convierte en una obra de arte, descontextualizado de la función que tiene. Nadie iba a orinar ahí; ese objeto en ese contexto se convirtió en un signo de arte. Allí no hay ninguna narrativa, no hay ningún simbolismo, eso no quiere decir nada, no remite a alguna metáfora. Es un acto que hace que precisamente allí haya una ruptura. Es “eso no quiere decir nada” pues simplemente hace una señal, una marca en el arte, y este es el tipo de manifestaciones que hay en la actualidad. Es decir, el “no quiere decir más allá” es que esto no tiene la intención de significar, como si sucedía en las obras de arte hasta entonces. Teníamos un Leonardo con la Virgen cargando el niño, entonces eso quería representar algo, era un arte metafórico, simbólico. En cambio, el orinal es solo un signo y no una metáfora.   

Otro elemento que podemos identificar en la semiótica contemporánea es el asunto de las marcas. Estamos llenos de marcas por todos lados y la marca se patenta y hay un slogan o el sintagma que dice todo lo que habría que decir de un producto. Esto tiene una eficacia semiológica impresionante.  La sola botellita de Coca-Cola, con su forma, ya implica que es signo. Eso trasladémoslo al WhatsApp con los emoticones y las letritas y abreviaturas.

Pues bien, esto mismo está sucediendo en otro orden de lo humano, en el síntoma. El síntoma de lo humano hoy es más signo que símbolo: “Tengo esto, pero a mí no me pregunte qué quiere decir.”  El paciente viene a que le quiten eso; no está en la posición del paciente freudiano que quería ir cuatro veces por semana, acostarse en el diván cuarenta y cinco minutos, por meses a tratar de descifrar qué quería decir una tos o una afonía. Hay una pérdida de todo lo simbólico del lenguaje por un lenguaje mucho más “sígnico”, del signo o relacionado con él.

Otro punto que también se ha hablado desde el propio psicoanálisis es cómo hay una caída del padre. Cuando alguien les ha dicho, sobre todo con Freud, de esa figura del padre como aquello que condensaba todo el orden simbólico, daba el orden a los goces, regulaba las pulsiones, estructuraba el Edipo y en una dimensión más social, era aquello que portaba la norma, el psicoanálisis insiste en que esto ha caído y que en lugar de un padre hay muchos padres. Esto lo nombramos como “pluralización del padre”. Cada cual se inventa su propio padre, es decir, cada cual inventa su propia religión, cada cual se inventa su ordenamiento, cada cual se somete a su propia ley y es una ley en singular, no “para todos”. Eso implica un estado de anarquía en el sentido de que falta un principio ordenador. Anarquía quiere decir, etimológicamente, falta de principio. Entonces falta un principio ordenador y hay miles de principios ordenadores.  Por ejemplo, en un grupo de cuarenta muchachos en un salón, en la actualidad, cada uno de los cuarenta muchachos sigue una política distinta, una ley distinta, su propia manera de vestirse, de relacionarse, de tomar, de manejar el cuerpo, de vivir la sexualidad, de posicionarse frente a los ideales, que no es como antes cuando todos queríamos ser médicos, abogados, o curas.  Hoy compiten profesiones de todo tipo como la gastronomía, peluquería, diseño de moda, etc. 

Esta transformación social tiene efectos tan impactantes, que varios autores la hacen equivaler a lo que significó para la historia de la humanidad el hecho de saber que la tierra no era el centro del universo, de que el sol tampoco fuera el centro del universo. Eso nos implicó sabernos todavía más minúsculos de lo que éramos, y tendríamos que aceptar que cada universo girando alrededor de su propio sol, y que hay una infinita cantidad de soles.

Un efecto de esa caída del padre es la pluralización, pero también la anarquía. También hay un nihilismo; ninguna identidad, ninguna entidad puede permanecer sobre otras, todas son relativas. Hay un desdibujamiento de todas las jerarquías y hay, a partir de eso, una apropiación de una filosofía de lo absurdo.  No hay un apoyo en una supuesta normalidad, sino que el sujeto se apoya en la ley del absurdo y con eso se autoriza a ponerse no solamente un expansor sino a tatuarse la cara y a cualquier tipo de excentricidad.

Gladys: ¿Cuándo tú dices absurdo es un “porque sí”?

José Fernando Velásquez: Porque sí”, como el signo de Duchamp, sin ningún relato simbólico alrededor de él. Esta pluralización también la vemos en una suerte de efecto de desbrujulación o desbrujulamiento. Ustedes lo pueden ver en los adolescentes y las redes sociales: es estar conectados todo el día, estar pertenecientes, ver quién hay por ahí, cuántos pusieron “me gusta”. La bitácora que se sigue es “mucha gente puso me gusta”, “muchos me vieron”.No es la única, porque me encuentro con frecuencia que la brújula que se usa para sumergirse permanentemente en las redes sociales, es seguirle los pasos al ex-novio. La brújula para una chica rusa fue la muñeca Barbie, la muchacha se operó para quedar exactamente igual. Hay un desbrujulamiento porque no hay una dirección unívoca para todos, sino cada cual toma por su propio rumbo.

Lipovetsky habla de una pérdida del sentido de las grandes instituciones colectivas (sociales y políticas) que tiene como consecuencia el “Estado morboso”[2], Estado como organización social. La familia misma la ubica como institución enferma; igual sucede con la justicia y la democracia. Hay mecanismos cool, “experimentales”, “nuevos”, en las relaciones humanas que hacen que se pueda cuestionar la norma o principio institucional, desde la autorización del “todo vale” y del “derecho al goce”y que, además, que se pueda comercializar como forma de perpetuación.

Un Estado morboso también requiere, como dice Bauman, una vigilancia absoluta sobre los ciudadanos. WikiLeaks nos demuestra que “todos podemos ser espiados”, eso que estaba hace ocho años por ahí guardado, puede ser público y todo queda absolutamente registrado. Si usted paga impuestos, si usted compra una camisa en Arturo Calle, todo queda registrado, en tal fecha, etc.  El Big Data es un sistema de vigilancia que sirve, por ejemplo, al comercio para perfilar consumidores.

También hay un Estado morboso en el sentido de la racionalización exagerada de todas las normas. En lo cotidiano como médico, me encuentro frecuentemente con situaciones que los pacientes me relatan: van a una consulta en su EPS[3], le ordenan una medicación, si esa medicación no está incluida en el POS[4], debe esperar a que un comité apruebe la formulación. Una vez aprobada, debe ir a la farmacia para ver si hay el medicamento o si no debe regresar a los 8 días. En esos lapsos las mismas normas hacen que el proceso deba comenzar de nuevo si hay un vencimiento de plazos. Cualquier otra dimensión de la vida cotidiana puede tener más o menos la misma característica, trámite, tiempo perdido, posibilidad de quedar fuera del sistema por cualquier error.

Es tal la morbidez del Estado contemporáneo que un país como los Estados Unidos elije a Reagan, un actor de películas del Oeste, o ahora a Trump quién ha surgido a partir de las redes sociales y de los realities; él mismo es protagonista de su reality show y nos obliga, querámoslo o no, a participar en él.

Hay un énfasis también muy fuerte en estos autores en relación a la academia y a la ciencia para decir que éstas también atraviesan por un estado morboso en la medida en la que se pretende que el saber que poseen sea amo absoluto y soberano, dueño de todas las certezas y todas las verdades. Se ha demostrado que el 70% de los artículos científicos de medicina son engañosos, patrocinados por laboratorios farmacológicos que orientan la investigación en el mundo. Entonces, también es un saber de una ciencia atravesada por lo morboso, por lo corrupto. Hay una deshumanización, incluso de la misma ciencia: diagnosticaron recientemente a una niña de dos años en Texas como “la enferma bipolar más pequeña del mundo”.  ¿Cómo se dieron cuenta? Porque la mamá demandó al psiquiatra para que la diagnosticara como bipolar y así poder tener subsidio médico.

Público 1: Pero eso iría dentro de lo corrupto más por la necesidad de la madre porque no hay ninguna guía que diga eso; no está avalado.

José Fernando Velásquez: Pero hay un Estado que cree que pone el sello y dice: sí, es bipolar.

Público 1: Es decir, lo pone un juez porque no lo pone el médico; es el Estado el que le ordena a la ciencia y no la ciencia propia la que así lo determina.

José Fernando Velásquez: Pero lo decimos en relación a la ciencia porque la ciencia produce su efecto, ella nomina.

Público 2: Bipolar es un significante de la ciencia.

José Fernando Velásquez: Los manuales de diagnóstico de psiquiatría hace quince años eran de 150 diagnósticos posibles, ahora en el DSM-V[5] son casi 550. Vemos un empuje fuerte a nominar cualquier malestar. Comentaba la otra vez lo de Facebook: las clasificaciones de cuál es su sexo en Facebook. Si usted abre la aplicación puede encontrar más de cincuenta y dos posibles sexos para nombrarse.

El discurso social, y el de la ciencia, tratan de volver marca, signo, todo lo que hay detrás de humano. En la dimensión de lo sexual hay nominaciones por doquier y nada hace pensar que ya están las que son. Una nominación cualquiera, “trans”, se convierte en signo más que en una historia humana que haya detrás y que sostenga esa nominación. El discurso se queda en la nominación para con ella hacer un determinado funcionamiento social.

Público 3: Entonces podría decirse que ahí no hay sentido de realidad.

José Fernando Velásquez: Ahí nos metemos en camisa de once varas porque el llamado “principio de realidad” es un principio absolutamente singular y relativo. No podemos decir que haya una realidad para todos los seres hablantes. Freud tiene el texto de La pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis[6] y nos muestra cómo cada uno se crea una realidad a partir de su propio fantasma, a partir de su propia fantasía, de su propio deseo, y que en el neurótico huye de su realidad, “se limita a no querer saber nada de ella”. Para cincuenta millones de alemanes o de europeos, hace setenta años era una realidad que los males que estaban pasando eran por los judíos y esa era la realidad para todos. Era «normal» asumir eso. Entonces el principio de realidad no nos sirve mucho para poder pensar lo que sucede ahora porque, insisto, la realidad es absolutamente determinada por cada singularidad, no es una cosa homogénea o universal.

Público 3: Bueno, pero hay algo de objetividad en la observación científica.

José Fernando Velásquez: Sí, pero no podemos darle a la objetividad científica el poder de un Todo absoluto que es lo que de alguna manera tiende a hacer la propuesta de la ciencia y la tecnología.  Hay muchos trabajos que demuestran cómo esa objetividad está afectada por la subjetividad del científico. La ciencia nos dice cosas en abundancia, “que el autismo es causado por el cromosoma X” o “que el autismo es causado por los colorantes de ciertos alimentos”, “que la infidelidad es genética”, que “la criminalidad es posible ser determinada con antelación”. A cada rato la ciencia nos está proponiendo absolutos. Pero la ciencia no tiene explicación para muchos casos médicos. ¿Por qué hay refractariedad en muchos casos si se está haciendo lo indicado? Lo objetivo nunca llega a eclipsar completamente lo subjetivo. A nombre de la supuesta objetividad se llega a la tiranía.  Cada tirano nos muestra su supuesta realidad. Hace poco en el país se decía: “En Colombia no hay conflicto armado”, y se mostraba con datos supuestamente objetivos. La objetividad es, de alguna manera, una cuestión que parte de un sujeto y se universaliza.

Es paradójico que en una época en la que la ciencia domina, regulariza, interviene como nunca antes en la historia, en forma paralela hay una locura individual más acentuada, y reconocida por los organismos de salud mundial: más tasas de suicidio, depresión como la enfermedad del siglo XXI, incrementos en tasas de autismo, fenómenos de angustia. Cómo explicar científicamente el individualismo contemporáneo, por ejemplo. El individualismo hace que el sujeto se someta a ser su propio amo, como la anoréxica quién sigue su propia ley. La condición que tiene la época es que estos amos se vuelven regímenes de hierro para la vida del sujeto. De alguna manera, vemos hoy en día como normal que alguien quiera tatuarse, pero ocurre con alguna frecuencia que eso se convierte en un régimen de hierro, hay que seguir tatuándose. Igual sucede, por ejemplo, con ser hincha de un equipo de fútbol, las cosas llegan en algunos casos al punto de tener tatuado el escudo de su equipo en la espalda, mandar a hacer el ataúd con todo lo de su equipo, la cama en la que duerme es tendida con la bandera del equipo, aficiones que son adicciones que pueden llevar hasta la muerte. Esa tendencia la hemos llamado “régimen de hierro” al que entra el sujeto por su propio goce, y que domina y comanda la existencia, desde una posición singular y no universal. 

En lo Imaginario: Detengámonos en cómo se afecta la relación con el semejante. Hoy en día aparece más envidia, más rivalidad, más competencia, más desafíos imaginarios, más sensibilidad contra ese que está ahí al lado; sensibilidad que puede convertirse incluso en rechazo, en segregación, en expulsión, porque ese otro se convierte en una amenaza para la propia estabilidad. El individualismo es también un “narcinismo”[7], expresión de C. Soler. El sujeto contemporáneo está afectado con su narcisismo y su cinismo y eso lo hace poco compatible para soportar el vínculo de cercanía con sus semejantes. Hay una condensación de toda la libido en una posición narcisista y en esa posición narcisista se encuentra un desafío y rechazo al Otro de la ley o al Otro de la norma. Es un narcisismo cínico y desafiante.

Lacan se anticipa a su época en una ocasión advirtiendo un efecto del devenir del goce en la sociedad sobre el sujeto: “el niño generalizado”. Lacan acota: “Ciertas Antimemorias están hoy de actualidad”[8], aludiendo a las “Antimemorias” de André Malraux, aparecidas en 1967, en las cuales el autor se refería a la confidencia, de extrañas resonancias, con las que un religioso se despedía: “Lo que he llegado a creer, fíjese, en el ocaso de mi vida, le digo, es que no hay personas mayores”.  Lacan propone que la “persona mayor” sería aquella que se hace responsable de su goce, como lo indica Kant. En la contemporaneidad, el sujeto se infantiliza frente al objeto de consumo, perdiendo la responsabilidad de sí mismo. Todos respondemos a la misma dinámica del muchachito que pregunta: mami ¿qué me vas a comprar hoy?  Uno es el muchachito; ahí hay una convicción de debilidad generalizada.

Dentro de esta deshumanización otro fenómeno que podemos nombrar es el asunto de cómo se manejan las identidades hoy. Son identidades fácilmente cambiantes. Un muchacho hoy puede ser “emo”, pasado mañana puede ser “punkero”, dentro del año entrante puede ser “metalero”. Una de las características que se tiene hoy en día dentro de la psicología organizacional como uno de los puntos más valiosos de una persona, es que sea versátil en su identidad, que pueda adaptarse a este campo o a aquel; que lo puedan mandar para París o que se quede acá, siempre versátil. Versátil es una flexibilidad en la identidad absoluta de acuerdo a lo que el medio exija.

Público 3: El más chévere es que el que trabaja bajo presión.

José Fernando Velásquez: La locura de la época también se observa en los cuerpos, en torno a cómo vivimos o experimentamos hoy eso de tener un cuerpo. En un centro comercial, un aeropuerto, una playa, encontramos una gran diversidad de usos del cuerpo, los cuerpos de hoy vestidos de una manera plural, peinados de una manera variada, vivenciados de modos singulares y diferentes. Cada erotismo es singular. Están gozados de una manera plural. Ustedes entran a cualquier página de pornografía y van a encontrar cincuenta o cien formas distintas clasificadas: el sexo duro, el sexo blando, el sexo romántico, el sexo tal, el sexo tal otro. Hay variedad de formas de goce sexual. La pluralidad de esos goces sexuales hoy en día propone al sujeto que sea versátil. Hay una manera cada vez más fuera de la norma para vivir los goces del cuerpo. Tan fuera de la norma es eso de vivir los goces del cuerpo que, por ejemplo, la anoréxica puede decir yo gozo de comer nada y me autorizo a eso. La transgresión ha dejado de ser ritual, mecanismo que permitía regular el mantenimiento, la renovación y la reproducción del ordenamiento social.

A nivel de lo Real: es la incertidumbre. Cada uno tiene su propia utopía, su propia ilusión, pero es tan frágil frente a los avatares de las competencias y el mercado. Hoy no tenemos seguridad de un empleo, no tenemos seguridad de cómo vamos a vivir los últimos diez años de la vida, si en un asilo, si con un hijo, dentro de una pieza, si vamos a tener una pensión o no. Las crisis económicas que suceden hoy no nos permiten tener seguridad sobre lo que sucederá dentro de cinco años. La crisis de Venezuela, las crisis económicas de Estados Unidos, la inestabilidad que vive Europa.  Esta incertidumbre va aparejada con la utopía de volver a instaurar el régimen anterior. Es así como se alimentan los totalitarismos, el fenómeno Le Pen en Francia, Trump en Estados Unidos y otros tantos.  También en las religiones hay movimientos que tratan de volver a restablecer el antiguo régimen con fundamentalismo. 

George Bataille llama la atención sobre un objeto común hoy en día, el desperdicio: el resto, el residuo, objetos que se impone privilegiar en lo contemporáneo.  Hoy en día, grandes compañías trabajan con los restos, pero, también hay grandes preguntas como: ¿qué hacemos con los restos, con los restos de celulares, con los restos de pilas, con los restos de contaminación?  Somos una cultura que está generando cada vez más y más restos que nos asfixian. Pero el resto no se queda solamente en el objeto: lo humano también es atravesado por la condición de resto. Hace cien años no había el «desechable». Hoy hay en nuestras ciudades miles de personas bajo esa categoría «habitante de calle»; restos de lo humano que quedan ahí viviendo bajo los puentes o en cualquier tipo de puerta.

Público 3: También personas que no son objetos de explotación son considerados por la sociedad capitalista como personas desechables, es decir, que no tienen nada que se pueda exprimir.

José Fernando Velásquez: Exacto. El resto más importante de hoy en día es aquel que no es consumidor; casi que el estándar es poder ser consumidor. Quien no sea consumidor es un paria, es un resto para la economía, para el mundo social.

Por último, les llamo la atención sobre un efecto subjetivo: la melancolización, que es cómo el ser humano, en todos estos devenires y confrontaciones con la cultura contemporánea, se identifica a ese resto. ¿Para qué vivir? Vivir no tiene ningún sentido, no hay ninguna lógica. Después de haber estado en la fiesta de todos los goces posibles, al final se encuentra en una posición melancólica. Él mismo es identificado como resto del discurso, por cualquier cosa; porque lo dejó la esposa, porque lo echaron del trabajo, porque no puede pagar las deudas y lo reportan a data crédito o por cualquier insignificancia. Las razones por las cuales hoy en día se hacen intentos de suicidio es por esa identificación de todo lo humano a esa posición de desecho.

Bien, han sido varias ideas las que he tratado de proponerles. Ahora viene la parte más enriquecedora que es la conversación.

Gladys Martínez: Muchas gracias José Fernando. Tenemos un espacio para preguntas y comentarios.

Público 3: Comenzó diciendo algo así como que el hombre es como una mutación de la naturaleza.

José Fernando Velásquez: Lo humano.

Público 3: Lo humano es una mutación de la naturaleza; posteriormente refiere la deshumanización del ser humano. ¿Quiere decir esto, entonces, que el hombre ya conquistó la condición de lo humano? Para algunos pensadores es todavía algo por conquistar, la condición humana.

José Fernando Velásquez: Hay en un texto de Bauman algo que me gusta mucho: “El retorno del péndulo”[9]. Él trabaja precisamente en no ignorar los dualismos, y, que una de las calamidades que ha tenido la era post-industrial y la subjetividad contemporánea, es precisamente creer que va a superar cualquier dualismo. Si por un lado tenemos el dualismo humano-deshumanizado, podemos tener también el cuerdo-loco.  Lo que dice Bauman es que este movimiento es eterno en lo humano. La idea de progreso, de que de un punto nos vamos a movernos hacia algo mejor y que alcanzado ese punto, nos vamos a quedar quietos, es un absurdo. Es un poco lo que hace la ciencia: la ciencia pretende trasladarnos y fijarnos. Lo vemos en todo. A las economías tradicionales se les impuso el neoliberalismo, a las buenas o las malas, y de allí ahora nos movemos en dirección a cuestionarlo.  

Igual sucede en las evoluciones de la condición subjetiva. Uno pasa por momentos, diríamos muy locos en su vida a otros momentos relativamente estables, pero eso no es garantía de que no vuelva a tener momentos muy locos en su vida.

La cuestión de la deshumanización creo que podemos pensarla en cada época. En la época freudiana podía ser de una manera, en la época actual es de otra manera. La condición, por ejemplo, de nuestros objetos de goce, los goces que se instalan por ciertos objetos, objetos que pueden ser del orden de “que rico jugar”, “que rico que apostemos moneditas”, o “que rico ganar”, se convierte, más adelante, en una ludopatía. Una paciente anoréxica me decía que inició una dieta a partir del Ramadan sin ser musulmán. “Qué bueno hacer ayuno” y empezó con un mes de ayuno; simplemente reunió el tiempo, treinta y dos días y al cabo de un año hospitalización durante un mes. Entonces, lo que muestro es que ese movimiento pendular no puede comprimirse y borrarse en la dicotomía. Es como usted me decía ahora, que, al principio del placer, Freud oponía el principio de realidad, pero nunca pensando que el principio de realidad iba a superar al principio del placer. Los dos coexisten en dos extremos del movimiento pendular y creo que como tal es la misma economía. Entonces, puede suceder que estemos en un Estado muy estable desde lo económico y lo político, y cuando menos pensamos, es la desgracia económica. O igual sucede en una pareja que comenzó con el ideal, se casaron y vivieron juntos hasta que ahora, él le confiesa a ella que hace más de 10 años hubo una experiencia extramatrimonial, la esposa empieza a resquebrajarse y no dura con él más de ocho días.

La dimensión de este movimiento pendular me parece fundamental y lo hablo a partir del mismo Freud: principio de realidad y principio de placer, no como condiciones antagónicas, ni como condiciones de que la una supere a la otra, sino como condiciones coexistentes que siempre están en esta oposición.

Público 4: Me agrada mucho que use el paralelo, al principio de su conferencia, de filósofos que hablan precisamente de la locura, de la ruptura de la estructura. Yo añadiría otro que sería Hegel porque él tiene algunos apartes que sirven para diferenciar la psicosis. Para mirar un poco más una postura de la locura utiliza posiciones fenomenológicas: mente-corazón o delirio de impactación, etc. Me preguntaba qué de esto de la locura podía estar en relación al analista o al psicoanálisis. Yo pienso un poco en esta des-victorianidad del psicoanálisis, a esto me refiero. Por ejemplo, los efectos de la época están en la ciencia, en la cultura, pero dentro del psicoanálisis ¿qué pasa? Desde los efectos de la época, ¿qué pasa dentro del psicoanálisis?

José Fernando Velásquez: Gracias por la pregunta. Yo creo que el psicoanálisis ha tenido que asumir también, en sí mismo, los efectos de la época y también ha incidido en crear efectos en la subjetividad de la época. Estamos en una condición absolutamente distinta a la freudiana. En el texto antes citado de Bauman, que escribe con Gustavo Dessal, Bauman expresa:

Me pregunto qué diría Freud si tuviera que revisar su manuscrito de 1929 para preparar la edición de 2008. Conjeturo que generalizaría su veredicto, insistiendo en que toda y cualquier civilización –es decir, toda comunión humana elevada por encima de sus «condiciones animales»–es una transacción, y nuestra variedad no es una excepción. Pero también conjeturo que Freud invertiría su diagnóstico de los bienes que se intercambian en la transacción. Probablemente diría que los principales descontentos de nuestro tiempo se originan en la necesidad de ceder una buena parte de nuestra seguridad a cambio de seguir eliminando, una por una, las restricciones impuestas a nuestra libertad” […]

El mundo que analizó Freud era el mundo de los Buddenbrook de Thomas Mann: un mundo de normas rígidas y de severas penalidades (como quedar excluido de la competencia empresarial, caer en la desgracia social o sufrir el ostracismo) que se aplicaban por quebrantarlas; también de normas claramente articuladas y legibles, que debían ser aprendidas de una vez y para siempre: para toda la vida individual y para todos los ámbitos de la vida, desde la cuna hasta la tumba. El linaje, la familia, la fortuna familiar y la continuidad de los vínculos sanguíneos trazaban un eje en torno al cual habría de girar el itinerario de la vida, ya concebido pero aún pendiente de completarse. Tal como lo proclamarían mucho más tarde los psicólogos existencialistas como R. D. Laing o Thomas Szasz, aquella familia, inscrita en un entorno y a través de él en una clase, era el perro guardián colectivo (o un vaso capilar del sistema panóptico de la vigilancia social, como lo enunciaría después Michel Foucault) que obligaba a sus miembros a mantenerse en el camino recto, excomulgando y eliminando a los desviados (en términos freudianos, la familia era el baluarte, la plenipotenciaria y la ejecutora del principio de realidad, encargada de podar y domar los excesos perpetrados por el «principio del placer»)[10].

Para la época freudiana, la época victoriana, la represión de los instintos sexuales era fundamental. El sujeto que llega hoy a consultarnos nos obliga también a operar de manera muy diferente. Hoy estamos en una época absolutamente distinta donde descifrar el Edipo no tiene el peso que podía tener hace cien años. Hoy se opera de modo absolutamente distinto a como Freud hacía hace 100 años. Un psicoanálisis, hoy en día, debe de seguir su curso más prolongado en personas que tienen un interés de formarse como psicoanalistas, pero no es el día a día de la consulta de un analista. La consulta de un psicoanalista hoy en día está hecha de consultas de pequeños recorridos: vengo dos semanas, vengo dos meses, me voy y vuelvo si se presenta otra contingencia, pero si no, no vuelvo.

El mismo psicoanálisis freudiano estaba todo apoyado en el padre, el padre del Edipo, el padre de Tótem y Tabú, como la ley, como la norma, con una característica terminológica muy particular derivada de esto. Ustedes saben toda la importancia que le dio Freud a lo fálico (diferenciado del órgano sexual masculino) en el aparato psíquico. Y toda la potencia de la subjetividad del deseo, de la capacidad de realizar el deseo venía nombrada desde este significante “el falo”. Hoy en día, reconocemos que fuera del goce fálico hay otros goces; está el goce femenino, un goce que tiene una lógica absolutamente distinta del goce fálico, y que también debemos estar atentos al goce de sentido.

También podemos decir, a partir de Lacan, que “lo normal” es la “norma macho”, la norme-male[11]. Hoy en día los psicoanalistas decimos que la norma macho no es lo normal, hoy en día es muy importante las maneras como hace el parlêtre para gozar del cuerpo, las propias, no las que el Otro social dice que son normales. Antes, un análisis se tramitaba solo por la vía del discurso, del significante, de la cadena de significantes. Hoy en día, tenemos también el cuerpo que goza. Hay un cuerpo que goza, una sustancia gozante en ese que viene a consultar y sus goces vienen marcados con trazos.

Antes, se apuntaba a una lógica de que todos los síntomas querían decir algo, que eran metáfora de algo y la cura como finalidad tenía la meta de llegar a quitar el síntoma. Hoy en día, la cura se apoya en un síntoma más equivalente a la designación de signo, es decir, que simplemente nomina, nombra, deja una marca y la finalidad de la cura no es ese ideal de quitar los síntomas sino de saber hacer lo mejor posible con esos síntomas. La época ha traído todas estas consecuencias sobre el sujeto del psicoanálisis.

Público 5: Yo quisiera comentar algo que me decía un chico que iba perdiendo más de cinco materias. En ese momento tenía nueve años y la primera cosa que dijo fue lo siguiente «Bueno, para qué me voy a preocupar… en mi colegio cuando alguien pierde una materia lo envían a refuerzos. En últimas, si pierdo el bachillerato, puedo ir a trabajar a la empresa de mi padre. Para todo hay solución, entonces, para que me voy a preocupar.»La pregunta es, pensando en el desarrollo que has hecho alrededor de esa locura generalizada que tiene el efecto de saturar ¿qué efectos a nivel del deseo, tienen las diferentes propuestas del discurso que apuntan a esto tan absurdo de abolir la hiancia?  Tú hablabas de la cuestión del cinismo, por ejemplo. También en objetivizar, pues todo se tiene que objetivizar y pensaba en la frase de un manifestante que salió por la tele cuando hubo esos disturbios tan fuertes en Brasil y decía en medio de la multitud «yo no sé porque estoy aquí en esta multitud, pero lo que sí sé es que tengo que estar».  Es decir, no es por identificación a un líder, sino por tener que estar en medio de ese caos y en posición de desecho.

José Fernando Velásquez: Es así, yo creo que la época nos ha hecho a todos, de alguna manera, antes que desecho, objetos. Entonces, todos somos objeto: objeto de mercado, objeto de la ciencia, objeto de la educación, objeto de tratamiento médico, objeto, objeto, objeto. Esa posición de objeto el psicoanálisis la nombra como una posición de debilidad, que lo representas perfectamente en el manifestante que dice, “yo no sé porque estoy aquí, pero era necesario que yo esté, no se bajo qué ideología o movido por qué”. Es decir, esa posición desde el punto de vista psíquico o subjetivo, el psicoanálisis la nombra como una posición de debilidad. Debilidad puede ser eso o puede ser “pegada a la pantalla” o debilidad puede ser “quedar pegado al objeto de goce”, bien sea el juego o la comida o a la anorexia o el último IPad. La debilidad es: “todos se están casando, entonces yo también me tengo que casar”. O “todos se están divorciando, entonces yo también me tengo que divorciar”; “todos tienen un hijo, entonces también tengo que tener un hijo”.  Lo de las mujeres adolescentes de Medellín en la época de mayor violencia que decían: “yo tengo que coger la pinta rapidito, hay que embarazarse ya”. Esa es una posición subjetiva de debilidad donde el sujeto queda en una posición de objeto del discurso del Otro.

Es un efecto en la subjetividad, eso que Lacan llamaba debilidad, que también la nombra como el “niño generalizado”. El niño, de alguna manera, es el objeto privilegiado de la familia, del Otro familiar. Siempre que nos llega un sujeto en esa posición de debilidad hay que calcular muy bien porque, la tendencia es a tratar de estimularlo a que tome una posición, a que se rebele, a que brinque, a que diga, sin calcular muy bien si ese sujeto tiene la capacidad de estructurar esos “tener una posición”. No se trata de sostener una posición por sostenerla, sino que se trata más bien de construir las condiciones para que el sujeto sostenga una posición. Hoy en día me comentaba Gladys, uno de los efectos que hay en la clínica contemporánea tiene que ver con una pérdida de lo viril. No vemos donde está lo viril en los divorcios, en las figuras paternas, en los adolescentes. Esto que vemos por todas partes es como si lo que veía Freud ya no existiera, sino que más bien existiera una posición donde todos los demás goces son privilegiados sobre la posición viril. Son hombres muy débiles: una, en las relaciones de pareja y cómo soportan ellos el divorcio; otra, cómo son frente a los hijos y cómo quedan en una posición de debilidad frente a lo que vaya sucediendo. Esa posición de debilidad es una posición, me parece, muy frecuente en la actualidad y viene absolutamente emparentada con la posición de ser objeto del discurso de Otro.

Gladys Martínez: Bueno José Fernando, muchísimas gracias por esta conferencia tan valiosa. Quería decirte que para publicitar la conferencia escogimos esta imagen que es trabajada, a partir de El grito de Munch, por el artista Nathan Sawaya, en su The Art of the Brick[12].  Se trata de El grito, pero armado con pedacitos coloridos de Lego, esas piezas con las que juegan los niños de hoy. En la imagen de esta obra está lo actual, la marca comercial, están las piezas, piezas que pueden ensamblarse y está el objeto, que incluso tiene como efecto, lo borroso. Tomando lo que compartiste hoy, creo que esta imagen tiene esa extraordinaria justeza que los artistas alcanzan para capturar esos trozos de real que se nos escapan. Gracias de nuevo José Fernando y a todos ustedes por haber abierto este espacio en sus agendas y por haberse desplazado hasta nuestra sede para escuchar lo que el psicoanálisis tiene para decir a propósito de la locura de la época y sus efectos en el sujeto. Los esperamos mañana.

(Aplausos)

Bibliografía

Bataille, G. (1929) La conjuración sagrada. Ensayos de 1929-1939. Madrid: Adriana Hidalgo Editora, 2003.

Bauman, Z. Dessal, G. (2014) El retorno del péndulo. Barcelona: Fondo de Cultura Económica de España.

Freud, S. (1924) La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis. Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu Editores, vol. 19, 2004.

Lacan, J. (1967) “Alocución sobre las psicosis del niño”. En: Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012.

Lipovetsky, G. (2006) La era del vacío: ensayo sobre el individualismo contemporáneo.  Editorial Anagrama.

Luciani Rivero, R. (1997) La palabra olvidada: de la significación a la simbolización.  Instituto Universitario Salesiano Padre Ojeda.

Sawaya, N. (2016) “The Art of the Brick”. Recuperado de Agencia EFE: https://www.efe.com/efe/espana/gente/las-obras-de-arte-mas-famosas-reproducidas-en-lego-rio-janeiro/10007-3126626

Soler, C. (2007) ¿Qué se espera del psicoanálisis y del psicoanalista? Buenos Aires: Editorial Letra Viva.


* José Fernando Velásquez es psicoanalista en Medellín, Colombia. Miembro de la Nueva Escuela Lacaniana del Campo Freudiano (NELcf) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Director de la NELcf-Medellín (2020-2022).

[0] Lacan, J. “Alocución sobre las psicosis del niño”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012. p. 383.

[1] Luciani, R., La palabra olvidada: de la significación a la simbolización, Instituto Universitario Salesiano Padre Ojeda, 1997.

[2] Lipovetsky, G., La era del vacío: ensayo sobre el individualismo contemporáneo, Editorial Anagrama. 

[3] Entidad Promotora de Salud en el sistema de salud colombiano.

[4] Plan Obligatorio de Salud en el sistema de salud colombiano.

[5] Siglas en inglés del Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales, en su quinta edición.

[6] Freud, S., “La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis”, Obras Completas, Vol. 19, Amorrortu, p. 189.

[7] Soler, C., ¿Qué se espera del psicoanálisis y del psicoanalista?, Editorial Letra Viva, 2007.

[8] Lacan, J., “Alocución sobre las psicosis del niño”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 389.

[9] Bauman, Z., Dessal, G., El retorno del péndulo, Fondo de Cultura Económica de España, 2014.

[10] Ídem

[11] “Norma-macho” en francés que hace homofonía con “normal” en el mismo idioma.

[12] Sawaya, N., “The Art of the Brick”, https://www.efe.com/efe/espana/gente/las-obras-de-arte-mas-famosas-reproducidas-en-lego-rio-janeiro/10007-3126626


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